Hemen pasarte batzuk: [...] Plaza de Bilbao. “Decir que nos encontrábamos apesadumbrados es mentir, ya que mientras veíamos llorar a nuestra madre con Bittori en brazos, y a Antoni y Rosita, desde la ventana del autobús, nos sentíamos totalmente aterrorizados.”
[...] Isla de Oleron. “Aquella fue una época triste pero relajada, ya que al menos los cuatro hermanos estábamos juntos, y la ausencia de los padres se atenuaba con la compañía continua que nos hacíamos, quisiéramos o no, con otros niños. [...] Allí pudimos apreciar la labor de las mujeres que nos acompañaron, que se encargaban de poner orden entre tanto niño desamparado. [...] Hicieron con algunos pequeños una verdadera labor sustitutiva de madres ausentes.”
Belgikan
[...] Lieja, Bélgica. La primera familia. “Habían transcurrido dos semanas y me sentía secuestrado por aquellos extraños que no deseaban otra cosa que agradarme.”
[...] En el orfanato. “A pesar de que le había considerado mi secuestrador (al padre de familia), me había familiarizado algo con él, por lo que me sentí abandonado y solo. Más solo que nunca. [...] Los días siguientes fueron infernales para mí.”
Bigarren familia
[...] Los Gillet, la segunda familia. “Transcurrió una semana [...] y llegó el sábado. [...] Me recibió una familia [...]. Entre aquella gente me sentí a gusto por primera vez lunes vinieron a por mí para llevarme al orfanato, tal y como Roger me indicó, me escondí bajo el escritorio y a pesar de mi incredulidad, ocurrió lo ideado por él, es decir, que nunca volví a Glons. Y cuando mi hermano de adopción fue a buscarme y me llevó ante los demás, viendo sus caras de aprobación, supe que todo había sido ideado en familia. A partir de aquel instante se hizo la luz en mí. Aquellas personas que supieron tomar una decisión importante y ejecutarla de manera mágica se convirtieron en mi familia, y su casa en mi refugio, dándome todo lo que un niño de siete años necesita.”
Itzulera
[...]Vuelta al País Vasco. “Poco consuelo para mí, ya que tras casi tres años debía volver a una vida que ya no recordaba y a una familia a la que, a excepción de mis tres hermanos, ya no conocía. Había olvidado por completo las fisionomías de mis padres y de mis hermanas. Había olvidado hasta el idioma materno, mejor dicho los dos idiomas que hablábamos; euskera y castellano. Ahora yo era un niño belga que debía volver de nuevo a otro exilio tan voluntario por mi parte como el primero. [...] Todo era alegría entre mis padres y los mayores de mis hermanos y hermanas. Ellas, junto con mi madre, habían vivido tambien un duro exilio en Francia.